Quién soy y qué hago

Soy TREMENTINA LUX, soy artista plástica, teórica y práctica de la comunicación audiovisual y los estudios de género. Pinto, escribo, leo, locuto, diseño, fotografio, reflexiono y analizo. Todo esto, sobre todo, me hace evolucionar como profesional y como persona, me motiva y me divierte. Creo este contenido para ti, que me lees y para mí, que también me leo. Soy del mundo y vivo en Valencia.

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Tenía ganas…

trementinalux 2010

La noche del veinticinco vi «Gainsbourg» (Vida de un héroe). Tenía ganas.

Un día antes, el veinticuatro de diciembre, me hice un masaje japonés. El hombre que me presiona con sus pulgares tiene los ojos muy grandes. Habla poco y cada vez que me toca sé que obtiene de mi cuerpo una información precisa, que yo misma desconozco. -Duele, le digo, -¿Puedes soportarlo? Pregunta. -A eso he venido, respondo. Y sigue interrogando mis meridianos, en silencio, tan en silencio que sólo noto sus pulgares haciéndome un daño horrible y sanador, y sé que si abriera los ojos lo vería ahí, encaramado como un lince sobre mi pelvis, haciendo un travelling en mi cuerpo, con sus enormes ojos japoneses y las palmas de sus manos escuchando mis latidos, sin que yo me aperciba.

A ese hombre de Japón lo llamaré H.

H. No me desnuda. Al contrario, me tapa la espalda con una sábana y me obliga a introducir la cara en un limbo, rodeada de servilletas de blanco papel por donde veo el suelo de mosaico, un mosaico valenciano típico del S.XIX. No me desnuda y aún así me descubre y me presiona donde lo necesito, a mí, a la Gaijin, incluso en esa renuncia al roce entre las carnes. Pese a tanto pudor suele proporcionar un extraño placer perceptivo que aparece silenciosamente unas horas después y se prolonga durante semanas.

El piano ahora suena mejor.

Así que luego estás ahí, esa misma noche, obligada a aceptar turrones de marca blanca (qué eufemismo) y piensas, -Creo que vivimos en una especie de mediocre DDR. Pero no lo dices, no se entendería, el muro es de cristal y los discursos xenófobos se engalanan con espumillón de supermercado.

H. Me hizo esperar unos minutos. Se disculpó. Siempre me somete a una espera deliciosa frente a un ventanal en el barrio árabe, siempre se disculpa, creo que prepara mi alma, la purga. Luego me acosté ahí, en su casa, tal y como él me dijo, antes de comprar el cerdo y meterlo al horno, antes de comer cerdo criado en un metro de espacio, antes de que asomara sus uñas a doscientos grados, el día veinticinco. -¿Qué te pasa? ¿Por qué has venido hoy? -Me duele la espalda.

En apenas un mes he fundido la bombilla del comedor, la del baño, la del dormitorio y la del cuarto de los lienzos, he ahorcado la persiana que daba luz a mi cama, han fenecido el móvil, el viejo mac y el blog de myspace.

Toco todo lo que fundo, fundo todo lo que soy, y si creo, soy todo lo que quiero. Ahora debo reponer luces, sistemas, contactos y artefactos, corduras y nalgas para que todo siga igual. Decidir quién se queda y quién se va. -Es tu energía, puedes presionar aquí, ¿lo notas? en este punto, tu misma, cuando quieras, con dos dedos, ¿Tu mejor, ahora? Sí, sí. Me puse las botas, le sonreí y le pagué.

Nunca me acompaña a la puerta.

Siento que el cosmos me está pariendo, que me expulsa a una nueva forma de mismidad. Hay algo de doloroso en ello, de imponderable y banal, también de orgasmo milenario. Tal vez sea parecido a lo de Gainsbourg con Gainsbarre.

Sí, le mentí a H. Tenía ganas.
TREMENTINA LUX.

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