Quién soy y qué hago

Soy TREMENTINA LUX, soy artista plástica, teórica y práctica de la comunicación audiovisual y los estudios de género. Pinto, escribo, leo, locuto, diseño, fotografio, reflexiono y analizo. Todo esto, sobre todo, me hace evolucionar como profesional y como persona, me motiva y me divierte. Creo este contenido para ti, que me lees y para mí, que también me leo. Soy del mundo y vivo en Valencia.

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De cómo surgió “Sísifa” para “Té tela»

EL PRESUNTO ORIGEN

Llevaba días pensando en Sísifo. No esto no es verdad. Había pensado en Sísifo puntualmente algún día antes. Una mañana vi en Fb que José Plá iniciaba el Juego del Arte, y que si clickabas en “me gusta” te asignaba un artista para que comentaras su obra y siguieras la rueda. Clické y me asignó a Grete Stern. De sus imágenes me capturó el fotomontaje de una Sísifa creada para la serie «Sueños», encargada por la revista Idídilo.

Elegí esa imagen y la compartí pensando que la cosa se quedaba ahí. Yo tenía planeado llevar a “Té tela”, la exposición y subasta solidaria organizada por Víctor Valero, un par de asientos floridos con el retrato de Sister Rosetta Tharpe.

Pensaba hacerlo, pero sabía que no lo haría nunca. Son esas cosas que utilizas para tranquilizarte cuando tienes cerca una entrega. Pasé toda la mañana en el estudio haciendo cosas improductivas. Y noté que, en parte, pintar de referente plano sobre soporte plano me aburría, no me conectaba en absoluto con un yo sano, sino con un yo en off, capaz de mecanizar el proceso creativo y por tanto de liquidarlo. Necesitaba tres dimensiones, y no precisamente ficticias.

¿DE QUIÉN ES LA SÁBANA BAJERA QUE DA FORMA A SU CUERPO Y SU CARGA?

Subí a comer a mi casa museo y allí descubrí que la lavandera había incorporado en la ropa de cama limpia un juego de sábanas que no era mío. Lo saqué para devolverlo y comprobé que estaba agujereado, -No creo que lo echen en falta, pensé. Así que comí. Y antes de acabar de comer me abalancé sobre la sábana bajera, estas cosas pasan por sorpresa, como sin pensar, abrí la foto de Sísifa en el móvil y comenzando por la cabeza empecé a modelar y retorcer la sábana para darle cuerpo y volúmen.

El móvil se autobloquea cada pocos segundos así que todo parecía una cuestión urgente, pues el proceso obligaba a mirar rápido y construir rápido, antes de perder la imagen y volverla a perder. Y esta urgencia me llevó también a ser consciente de que trabajaba sobre una sabana bajera robada al estilo de Judith Scott en “Qué tienes debajo del sombrero”, y a pensar sistemáticamente en quién habría dormido y hecho qué sabe que cosas sobre ella tantas veces como para desgastarla y agujerearla así. La olí varias veces. Olía bien, como toda la ropa que Laura, la lavandera negra y amable, lava. Y su aspecto era dulce, femenino y de alguna manera sexualmente inócuo…

QUÉ SE ME PASABA POR LA CABEZA AL ANUDARLA

Utilicé hilo negro de coser, pese a que también tenía blanco, que hubiera sido por armonía cromática con la tela prácticamente invisible. Pero esta invisibilidad del elemento de contención no parecía interesarme en absoluto y respeto mucho estas decisiones formales que son lo que son, sin paliativo.

Así, a medida que retorcía y regulaba la forma de esa “mujer-bajera”, recordaba palabras similares de Lynda Nead y Foucault y Lauretis y Mulvey y teorías Queer y postporno y no se cuantas otras cuestiones más sobre la construcción social del género, la autorepresentación, la identidad sexual y la regulación del cuerpo femenino en particular, constreñido dentro de su forma. Y esta asociación involuntaria y algo sádica, exorcista y terapéutica, con las teorías que tan de cabeza me traen, me divertía. Sacaba pesos fuera que adquirían forma y enlazaban con el porqué de esa elección de la Sísifa de Grete Stern, como escribí en el post de Fb: en honor a la tarea de poner en valor la contribución femenina a la historia, lo que se conoce como historia contributiva feminista. Invisibilizadas ayer, hoy, y esperemos que no suceda lo mismo, mañana.

Así que sentía cierto placer anudando el cuello, conformando los hombros, dando puntadas en los dedos y la cintura, apretando bien los gemelos y torsionando los pies casi de forma manierista. A veces tuve dudas sobre si había calculado bien las proporciones de material restante pues iba construyendo de arriba abajo, sin vuelta atrás, como un sumi-é escultórico, con la premisa inconsciente de utilizar toda la sábana sin cortes ni añadidos, sin que sobrara ni faltara ni parte, ni todo, ni nada. Prohibido mutilarla.

Así llegué al momento “piedra” y partió de la falda, pero sin cortes, estrujada, no más, y la piedra se quedó más pequeña de lo previsto, pese a todo, voluminosa, y después me enconé en el anudado del cordaje que la sujeta y decidí que como un cordón umbilical debía estar sumamente retorcido y generar tensión de arrastre entre ellas, la piedra y la Sísifa. Descubrí entonces que la bajera tenía incómodas gomas en las esquinas cuya voluminosa forma se resitía a la regulación, por lo que tuve que ejercer sobre ella una presión esencial, y esto fue un homenaje brutal a la capacidad de Judith Scott para regular con telas y cordones cualquier cosa. Así cosí el final del cordaje a las manos y dejé caer hilo y más hilo negro, fino finísimo, en varias hebras de longitud similar. El resultado me recordó a un cordón umbilical, una zona de unión, radicalmente diferente a toda la pieza, -¿Incoherente? – me dije, -no sé, tal vez, acéptalo, ha salido así, ok.

La pieza se quedó así, con entidad, acabada en el límite temporal preciso, con toda la sábana sin sobras ni faltas, cerrada en sí misma. Sobre la mesa del comedor, varios días. Y este fue el momento en el que supe que Sister Rosetta no iba a estar nunca en “Té Tela” y que otro será su lugar de exhibición.

LA CARA DE SÍSIFA ES EL RETRATO DE…

Al día siguiente entendí que el cráneo de Sísifa requería una cara y como mi presbicia empieza a ser acuciante tomé una página de un libro viejuno que nunca he leído y que Xavi Puchades me regaló porque a su vez una amiga común exiliada a Francia le regaló y no sé si ninguno lo ha leído jamás o tal vez solo yo he incurrido en ese agravio antes de arrancarle una página y pintar en ella el rostro de mi prima Maite, también sacada del móvil, de su perfil de WhatsApp, con unos rotuladores finos, del 0,2 y el 0,8, concretamente. Mi prima Maite fue modelo hace tiempo de la cubierta que realicé para “El Tango de L´Anarquista” una novela durísima sobre la violencia militar argentina sobre la hija del protagonista. Mi prima me parece una mujer bellísima, de una belleza esencial. Hoy me ha dicho que esa foto se la hizo en casa, un día que estaba pensando.

La carita la anudé después al cráneo con tres o cuatro vueltas de hilo fino negro, y aquí me di cuenta de la enorme influencia que las últimas piezas de Noelia Vaquero de la serie “Quién mueve los hilos” estaban causando en mí, y en mi ya estimada Sísifa.

También puse muchas hojas en su carga, incluidas algunas de una vieja revista de arte con mujeres desnudas sin cara, de un performance del 2001 de Vanessa Beecroft, hasta recrecer el volumen de la carga, pero luego me pareció un exceso y dejé apenas un par de hojas del libro ese que resultó ser “Ancho Mar de los Sargazos” de Jean Rhys, justo en la página 47, en la que dice algo así como “Arrastrar el vestido… es una costumbre limpia…” Y algo más que venía tan a medida que el universo, con su sincronía, me dejó frita. Podéis leerlo si os acercáis.

UNA DEBILIDAD Y ALGUNOS SECRETOS

Algún día después la medí, ancho, alto y profundo y busqué para ella un marco. Lo encontré en una tienda china, la pintura se había deteriorado y me vendieron el conjunto a precio de saldo. -Lo pintaré de plata y blanco, pensé. Luego fui a la carpintería y compré madera para construirle una caja donde acostarla. Me encanta ir a comprar allí, a esa carpintería. Está justo enfrente de las Torres de Quart y me recuerda mucho a mi infancia. El chico carpintero es joven y nuevo, pero nuestra relación tiene algo de ancestral. Construí su caja, claveteando y encolando las maderitas cortadas a medida por él y metí allí dentro a Sísifa. Comencé a forrar el fondo del la caja con la sábana de arriba, sorprendida por las puntillitas, claveteándola y dejando los clavos y las tachuelas a la vista. Y mientras tanto desmonté y lijé el marco dorado, para que la pintura agarrara mejor, y le di una mano de blanco y otra de plata con un spray antiguo, que conservaba de cuando pintaba maquetas.

Ramón Escrivá, conservador de IVAM, al que me une una antigua amistad, se pasó entonces por el estudio y estuvimos hablando de la situación del mercado del arte y de soslayo, de mi situación, si quiero vivir de la pintura.

Cuando se fue arranqué de cuajo la sábana del fondo, que era exactamente igual a la figura, blanca y con florecitas azul pálido, y en su lugar coloqué una pieza de tafetán azul profundo recortada de una falda de fiesta que compré en el mercadillo y que estaba esperando ser pintada en completud, nunca lo será… Así la figura quedó recortada contra el fondo. El tafetán lo grapé con grapas, no con clavos, y sobre el tafetán claveteé a Sísifa. No quería encolarla. Quería clavarla y que los clavos formaran parte visible de la pieza.

No sé en qué momento decidí el título, lo que sí que noté es que tal vez por el cambio de sílaba, de Sísi-fo a Sísi-fa, la banda sonora del proceso empezó a ser en ocasiones obsesivamente reiterativa, “Fa, Fa, Fa, Fascinad(a)”.

ALGUNA INTIMIDAD MÁS…

Clavar y coser son cosas que me conectan con mis ancestros, la abuela modista y el abuelo fuster. Pintar y actuar también, con el abuelo pintor y la abuela actriz. Se llama herencia psicológica familiar, o algo así. No sólo se heredan los genes, sino también las actitudes y las acciones. De esto me he enterado hace apenás un mes, y lo estoy disfrutando mucho, es muy liberador.

Clavaba pues metódicamente eligiendo los clavos que mi padre me legó diogénicamente ordenadas en cajitas de material electrónico Philips. De 6×6, de 10×10, alternando tamaños y pensé entonces en la pasión según Passolini, en la cruz y todo lo demás, el calvario, vamos, otra vez rondada por la iconografía religiosa, vaya, como en el caso del retrato de Nadezhda, la Pussy Riot.

La chapa que había utilizado para el fondo era de 0,3 cm y los clavos empezaron a rebosar por detrás y a clavarse en la mesa de dibujo, que por cierto es de Noelia, un desastre, pero no podía parar, estaba conectada con el proceso, así que le añadí una chapa adicional a la trasera y seguí claveteando.

Necesité poner un gran clavo central para regular la tensión de la postura, y esto permitió que Sísifa se convirtiera en marioneta, manipulada en mis manos, si estiraba del hilo Sísifa se encorvaba o se levantaba, lo que me recordó la fallida experiencia con la escenografía para la obra de marionetas “La gata con botas”, un proceso en el que Cri y yo diseñamos, sin poder llegar a ejecutar por causas ajenas a nuestra voluntad, el mecanismo escénico, algo que es mejor olvidar.

AQUÍ SE VA VIENDO LA INFLUENCIA DE LA FORMACIÓN ARTERAPÉUTICA

Divertida por estos resortes mágico-terapéuticos del pensamiento creativo decidí el punto de tensión que a mí me pareció justo, creíble, soportable, y lo anudé y le puse un poquito de cola ahí, para que Sísifa no perdiera el posado, como los modelos de dibujo del natural en la facultad. También añadí ahí el único hilo blanco de toda la pieza, para dibujar el contorno de la tensión y la fuerza. Y entonces, una vez fijada la postura, saqué mis acuarelas y le iluminé la cara, los labios, los ojos, el contorno de la nariz, con blancos, verdes y naranjas. Ahora sí, más y más sobre el texto de Jean Rhys.

La base montañosa que finge ser suelo la hice rasgando la sábana de arriba y rescatando el trozo de la puntillita, desgastadísimo y ajado. Allí clavé los pies y el perfil de la roca, sin poder resistirme a recordar alguna escena de “El Evangelio según San Mateo” de Passolini, otra vez, y a recordar que puedo clavar un clavo largo, muy largo, certeramente con tres golpes, y que solo conozco a otra persona que se jacte de poder hacerlo, nieto también de fuster, sin que ninguno de los dos lo hayamos demostrado nunca, ante el otro.

Luego la firmé. En un fragmento de ladrillito cogido de la playa de Pinedo en una deliciosa mañana de invierno. Es un ladrillito con restos de pintura azul, que en principio iba a estar en la loma de la montaña con otros guijarros encontrados y que antes de ese fin iba a ser soporte de un retrato, al estilo de los mosaicos romanos encontrados en yacimientos arqueológicos de la antigua Valentia. Puse el título y el pseudónimo con rotulador negro y la fijé con tres clavos, sin cola alguna. No me gusta demasiado firmar las obras. Se firman solas. Pero pensé en complacer, está destinada a una subasta solidaria.

COSAS QUE NO DEBERÍA CONTAROS

Y por la tarde y al día siguiente vino el momento de repintar la caja y el marco. Esto lo hice en tiempo record, ante la mirada atónita de Robert Sunday y la Diosa de la Luna. El spray comenzó a dar fallo y tuve que pintarme enteras las manos y agujerear una y otra vez el tapón obstruido con una aguja, cómo se parecen las agujas y los clavos, y una luna de plata se instaló en el tafetán azul y lo dejé secando, cerradas las puertas del castillo-estudio, invadido todo por ese olor a disolvente, tan tóxico, mientras nos íbamos de noche a tocar el piano.

A la mañana siguiente tuve problemas para cerrar la caja. Puse el cristal con unas cuñas encoladas que se veían, -Agg, comencé a sentir apremio, agotamiento y desconexión, agobio creativo, vamos. No tenía claro cómo arreglar la trasera ni qué cola utilizar para sellar definitivamente la caja. Abominaba el marco y la caja. Así que llamé a Pili, el hada enmarcadora, le llevé la pieza y ella la vió estupenda, y la selló por mí. Supongo que era algo que no quería hacer, no me preguntéis porqué. Cristina Cucinella me ayudó a llevarla, cada una de un asa, como se lleva a una niña mimada, hasta la tienda de marcos de Pili, en Corretgeria y la conversación por el camino fue de sumo interés.

Y así a los dos días la recogí, embalada y perfectamente enmarcada, estanca, para subirla a los paneles de la exposición “Té Tela”, en el Palau de Pineda. Y allí está, con su carga y la mía.

POR QUÉ OS CUENTO ESTO. LA RAZÓN DE TANTA LETRA.

Os cuento esto porque las piezas son el residuo de un proceso creativo, el único momento de nuestras vidas en que estamos viv@s, en el haciendo. Porque cuando la pieza sale y se emancipa, ella y nosotr@s dejamos de existir para convertirnos en nuestra forma, regulada por la apariencia estanca de lo que nos decimos que somos. Como este texto, narración exigua, inventadísima, de un acontecimiento imposible de narrar porque la narración en sí es lo que sucedía en el haciendo, y no esto, ya hecho.

Y PARA FINALIZAR, EL PRINCIPIO

A toro pasado he descubierto que la primera vez que yo escuché la historia de Sísifo fue gracias a Paco Zarzoso, que me regaló el libro de Camus “El mito de Sísifo”, tal vez por allá por el año 1997. Y por otra parte que el año pasado escribí un post titulado “La hija de Sísifo” y que este post me permitió conocer a Ana Sospedra y Alfredo Ruiz en la exposición “Anem a pintar-ho tot”, primera edición de exposición y subasta solidaria organizada por Marc Martell, (Víctor Valero) para la asociación cultural Ribesan. A raíz de esta conexión y de una intensa conversación en torno al arte, las acuarelas y las mujeres tuve el inmenso placer de escribir un texto: “El muso, la musa y el postre de chocolate” que fue publicado en su proyecto para la asociación cultural Falla Plaza de Jesús, “Després de la decena musa”.

SÍSIFA ES UNA MUJER DE TRANSICIÓN

Tal vez por eso nunca antes había hecho nada parecido a Sísifa (que ya no es la hija de nadie) y sea una pieza de transición solidaria e inconclusa que augura un porvenir todavía intenso y misterioso. El riesgo creador supongo que es esto, aceptar el derecho a ser otra en constante construcción. Acertar o equivocarse es algo que no sirve pues para mensurar lo haciendo. Y escribo esto porque reivindico y creo firmemente que el futuro del arte está en poner en valor el verdadero nudo de la cuestión, lo que nos hace humanos: el proceso creador.

LO QUE ESTARÍA GENIAL ES QUE TÚ…

Nos relates tu proceso creador de recepción, porque esto que te cuento sólo lo que yo puedo saber de Sísifa antes de su emancipación, antes de que ella y tú os encontréis.

Gracias a todas las personas que con sus ideas, emociones, teorías, presencias y ausencias han permitido el nacimiento de Sísifa, las que nombro y las que están sin ser nombradas porque aún no he descubierto, a fecha de hoy, su influencia. La autoría es siempre colectiva.

TREMENTINA LUX

(Fotografía de Oscar Miralles)

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