Ayer el cielo estuvo naranja, desde las ocho de la mañana hasta la luna. La sombra de la luz naranja, es azul. La sombra de la luz azul, naranja. Esto estaba allí para poder ser visto, en Valentia. Caminando hacia el Espacio Inestable como hacia el infierno. Las aceras cubiertas de ceniza, como en “Turquía”.
Nevando pinos calcinados, ayer, todo el día así, toda la noche así, «Valentia«.
Los pies, quietos, durante una cerveza, y entonces, las brasas apagadas sobre los dedos, sobre las sandalias, sobre los hombros veraniegos, olisqueando un asfalto y un sudor humano que nunca vieron ni de lejos. Volando a decirnos, muerte, sollozo, incendio.
Y hoy las olas arrastran la ceniza y el mar se convierte en lejía mientras Valencia, la de los casinos, los clubes de alterne, los motores y la contracultura emergente sigue siendo, cada vez más, un hermoso paraíso apocalíptico.
La Espiral del Silencio es un concepto acuñado en los años 80 por Noelle Neumann. Viene a decir algo así como que hasta que una corriente de opinión contraria a la corriente oficial no coge cuerpo, ningún individuo, por miedo a ser rechazado, se atreve a abrir la boca para cuestionar el sistema, que según tengo entendido es eso que permite a un grupo social cometer abusos de poder sobre otros.
El control del discurso público permite a estos especímenes poco escrupulosos ejercer una especie de incomprensible y atroz hipnosis sobre el resto, un convencimiento de la sodomía, una repulsiva satisfacción en perpetuo estado de pan de molde y circo. Y sin embargo, la lava, va por dentro, sacando pus y metonimias.
En Valentia la espiral del silencio se ha roto. Y los microdiscursos íntimos van ensamblándose y conformando grandes discursos públicos, audaces, inteligibles, convincentes, discretamente audibles.
Ya hay una poderosa corriente de opinión contraria. Conductoras de autobús, estudiantes, artistas, personal docente, de investigación, administrativo, sanitario, 700 efectivos menos trabajando en prevención de incendios, teatreros y teatreras… Ruido, sorroll, barullo…
Me admira que haya personas que ante el asedio al Cabanyal respondan creando y llevando a cabo año tras año “Cabanyal portes obertes “o desde hace dos años, el festival de teatro “El Cabanyal Intim«. Me admira que se montara “Zero responsables” para pedir responsabilidades sobre el accidente de metro. Me admiran los bestiales ejemplos de Street Art del Carmen, la Seu y Ruzafa, pintados y repintados, destruidos y reconstruidos sin tregua. Me admira que obras corales como “Valentia” nazcan y se desarrollen al albor de la resistencia y que esa resistencia produzca jugos gástricos, ácidos, y difíciles de digerir por un sistema harto satisfecho de prebendas, serafines, relicarios y sicarios.
Todo esto me admira.
Pero lo que empieza a fastidiarme es pensar que haya tanto talento ceniciento, enterrado, soterrado, quemado, calcinado, puesto al servicio de la resistencia. Eso es lo que, con una mirada antropológica y algo panorámica, empieza a corroerme.
Me asquea sobremanera que el talento de estas personas acabe condenado a generar discursos contra la policía, los recortes y los políticos, no sólo corruptos, sino con ostensibles delirios paranoides. Que personas y artistas que podrían apuntar a imaginar un mundo mejor tengan que estar apuntando con la mirilla de su arte a purulentos sujetos mediocres, incultos, despóticos, absolutamente inmerecedores de ese podio, de ese honor, de ese protagonismo. Y que esto no sólo sea una bendición para el resto, sino un hecho de una magnitud humana imponderable.
Me admira que pongan su talento al servicio de la resistencia, porque en estas circunstancias la resistencia de su talento, es admirable.
El asalto al poder del discurso público es absolutamente necesario, y tiene un precio, la minoría de edad, el peterpanismo ingénuo al que los cínicos someten a quienes no lo son.
No basta sólo con hablar en la cafetería, en los pasillos, no basta con argumentar seriamente aquí, ni allá, en las redes tramposas, viciadas y censuradas. Eso va haciendo camino, pero es el asedio y el asalto a los mecanismos de coerción de la opinión pública, léase medios de comunicación de masas manipulados, lo único que puede llegar a fracturar el discurso unitario de las élites simbólicas.
Y los medios están formados por personas, que deben estar formadas.
Hay personas, personas físicas, con los pies en la ceniza, que hipotecan su vida, su vocación, su arte, todos sus posibles, toda su integridad y sus dispendios, haciendo esto: iniciativas pequeñas, potentes, arriesgadas, dedos como puños en las llagas, para que los demás despierten. Un bolo, y otro y otro y otro.
Es el talento de una generación entera inmolado. Como los pinos, y las jaras y los romeros. Es el abanderamiento impagable de una generación de artistas y profesionales que rompen con la lanza de sus palabras y sus aerosoles la maldita espiral del silencio tejida con lianas de fútbol y maromas de grandes eventos. Hasta el opio es impostura en este sacrílego paraíso del infierno.
Todo lo que le tapa la boca al vulgo cobra en estas personas entregadas, vivaces, valientes, sacrificadas, generosas, forma de contradiscurso. Han nacido, se han formado, y se exponen diciendo basta para que los demás nos atrevamos a decir basta. Y no quiero pensar que morirán sin tener la oportunidad de regalarnos un atisbo del mundo solidario, justo, ecuánime, humano, habitable que son capaces de imaginar para sí mismos y para los demás.
Un mundo en el que no durmamos placidamente sobre los restos de amorosos pinos calcinados mientras para olvidar, se practica sin denuedo la obscena religión de los campos de césped y la comunión con ruedas de F1.
Basta.
TREMENTINA LUX
There are no comments published yet.