“Poder y placer no se anulan; no se vuelven el uno contra el otro; se persiguen, se encabalgan y se reactivan. Se encadenan según mecanismos complejos y positivos de excitación e incitación”
Michel Foucault. Historia de la sexualidad I
En la portada de La Vanguardia, el día en que nací, se imprimió casi a toda página la foto de una manifestación feminista. Celebraban por las calles de Nueva York el L aniversario de la consecución del voto. Y me dije, vaya cuanto hace que no veo tantas mujeres juntas y felices en la portada de un periódico.*
Por otra parte me pregunto, ¿dónde están sus manos? Sus manos, ahora que mañana es día dos. No me pregunto por esas manos que sé donde están. No hablo de esas manos, no. Hablo de las otras, de las suyas, las que vi, las que toco siempre. ¿Dónde están?
Leía el otro día un libro de Sartre de segunda o tercera mano, “La imaginación”. Está dedicado con lapiz, alguien lo compró en la Feria de Sant Jordi, en Barcelona a alguien que amaba, supongo. En las primeras páginas Sartre decía algo así como: ahí está, esa hoja de papel blanco. No depende de mí, es presencia, la miro, la toco, poso mi pluma sobre ella, su blancura me interpela, existe sin mi presencia. Sin embargo, si miro hacia otro lado puedo seguir viendo la hoja en blanco. La hoja que veo ahora, cuando miro la pared adamascada sigue manteniendo sus propiedades físicas, puedo saber lo ligera que es, su textura, su color, su tamaño, pero no es la hoja, esa hoja que veo es la imagen mental que me he formado de la otra, de la hoja que es cosa, objeto, presencia.
Creo que la física cuántica desmiente un poco esto con su teoría del gato en una caja, ese que existe solo si lo miras, pero sería liar mucho el asunto, así que sigamos con el viejo Sartre. A veces confundimos la imagen con la presencia. Es más, hacemos desaparecer la presencia y nos quedamos con los valores sígnicos de la imagen. La imagen se convierte en lo que representa y lo que representa, desaparece.
Por eso el otro día no pude acabar de almorzar tranquilamente en la cafetería de la Alameda. Fue la prensa, la prensa escrita lo que se me atragantó. Leía El Levante, EMV El Mercantil Valenciano, el periódico local que suelen tener disponible para los clientes todas las mañanas. Era lunes y el caso es que me puse primero a mirar, a leer imágenes y luego a contarlas.
Conté en total unas 144 imágenes en las que aparecían seres humanos. De estas 144, conté 64 imágenes en las que aparecían mujeres. De esas 64 conté 50 imágenes en las que aparecían mujeres pequeñitas, entre uno y cinco centímetros semidesnudas (incluyo en esta categoría las imágenes de mujeres con estrellas negras en los pezones).
Las 14 imágenes de mujeres restantes representaban a la mujer en las siguientes categorías:
Tres victimas (una maltratada y dos migrantes) Dos Misses.Cinco mujeres públicas, (famosas y/o enamoradas). Dos expertas en comentarios (banales). Un colectivo de ancianas dementes. Una adolescente fea… Un estereotipo tras otro. Condenadas, me dije, vaya papeleta.
Conté además tres fotos pequeñas de hombres semidesnudos, incluyendo una silueta corporal. El resto de hombres estaban vestidos con ropa de trabajo, sea su trabajo la abogacía, la prevaricación, la política, los órganos antiguos, la apicultura o la fórmula uno. Aparecer así vestidos les confería calidad de expertos, hecho reforzado por el gran tamaño de las imágenes y por el tratamiento de los textos del pie de foto.
Ese lunes llevaba suplemento de deportes. De unas 78 imágenes deportivas 7 representaban mujeres. Una columnista guapa, un equipo femenino de básquet y cinco mujeres que participaron en una media maratón popular.
En el pie de foto de dos imágenes de la carrera se podía leer algo así como: “fulanita y menganita disfrutaron de la carrera” y “la organización estuvo en todo, al acabar regalaron una plantita a las chicas”. Es decir que las mujeres que corrieron… ¿21 km? en condición de igualdad con los hombres: no sufrieron, ni vencieron, ni hicieron demostraciones de poder como rezan algunos pies de fotos en los “chicos”, no, Mari, disfrutaron y hala, al final una plantita.
Y me acordé de Sartre. Porque hay un problema. Puede que tengas a una mujer delante, una mujer de carne, de hueso, de mente, pero puede que sólo veas su imagen, la imagen que de ellas te estás acostumbrando a ver en los medios de comunicación carroñeros como este, que por otra parte se viste a aquí de cierto, cierto progresismo.
Mujeres cosificadas en 2cm x 2cm. Expertas en masajes o víctimas de violencia machista, o migrantes desfavorecidas, o feas o guapas, o recién casadas o pobrecitas viejas dementes. Y al revés, hombres profesionales, (los maltratadores no aparecen nunca) o sabios columnistas cuya subjetividad queda enmascarada por la estructura de verdad y objetividad que se le presupone al medio. Condenados, me dije al inmovilismo del rol hegemónico que tanto les beneficia, el de la fuerza, la justicia, el saber, el poder, la profesionalidad… ¿tanto les beneficia?
El caso es que da igual que tus ojos estén tras un cuerpo de mujer o de hombre, esta es la imagen, la poderosa imagen que nos llega de lo que somos y de lo que es el otro, o la otra, cuando cerramos los ojos y miramos hacia otra parte.
Imágenes que nos representan y nos construyen en lo social y que se ven multiplicadas (según los últimos datos de la OJD, http://www.ojd.es/) en número de 48.243 ejemplares de media y distribuidas por todas las cafeterías, los sofás, las oficinas, las casas, las bibliotecas y los wc del país.
50 (imágenes de mujeres con estrellitas en los pezones y similares)x 48.243 (ejemplares de promedio de tirada) arroja un espeluznante total de 2.412.150 imágenes al día. 880.434.750 al año… Y perdonadme si no soy exacta, estudié Bellas Artes. ¿Quién podría obviar este bombardeo de representaciones en el proceso de sustitución del ser humano físico por el ser humano imaginario?
Dicho esto, y dicho con sorpresa (una nunca deja de sorprenderse os remito a un blog* que descubrí ayer mientras escuchaba la radio y que se mueve y busca apoyos en este sentido. Espero que no haya un Reagan detrás aprovechando el tirón para someternos a un estado aún más hipócrita y represivo en materia sexual, sino todo lo contrario, creo que de lo que hablamos es de libertad, de que deje de haber una sexualidad legítima y otra ilegítima, una visible, y otra oculta, por más placer y más poder que esto proporcione.
Personalmente no creo que vuelva a adquirir este periódico. Y ahora, me voy a almorzar, viendo la gente, gente física, pasear por la Alameda. Y sí, ya sé ya que sus manos, las que busco, están en mí.
¿La foto? Foucault decía que lo imposible no es la vecindad de las cosas sino el lugar mismo en el que esa vecindad se produce. Pues ese lugar es aquí. Me gustan las chicas felices, los chicos semidesnudos y viceversa, sin eufemismos ;-))
Salud.
TREMENTINA LUX
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