Estado de ánimo actual:despierto/a
Este intenso fin de semana una Oveja negra que confunde La habitación roja con La casa azul se coló tras la puerta verde para poder hoy escribir este blog naranja.
Apareció allí, en la vieja nave industrial rodeada de variopintas amistades que practican la religión de La Casa Azul. Antes de comenzar comentaban que vive en San Cugat que es como decir que vive aquí en Santa Bárbara, cuestión de santos y también monetaria.
Al salir a escena, tarde pero radiante comprendí que realmente Guille Milkiway es un fenómeno de masas justamente deidificado. Él sólo, con una inteligente pose, entre tímida y despistada, entre amable y cómplice, consiguió meterse al público en la gorra, aunque cabe decir que no había una persona en la sala que no llevara años amasando con ardor su atractivo craneo de alopécico incipiente, es decir, que no había nadie que se perdiera al corear el estribillo de las canciones. ¿Perderse? Demostraban más conocimiento improvisando que el propio autor!!!
Conocedor absoluto de los vericuetos musicales y hombre orquesta multi-instrumental, el protagonista total trabajó la voz, la guitarra, los teclados y el piano para hacer un Happy Pop con mucha más fuerza tecno de lo que el disco prometía. Inluencias ochenteras de Mecano, Hombres G, Azul y Negro y hasta Parchis eran sondeables en la profunda formación musical y la fusión inteligente de épocas y estilos.
Así, acompañado por cinco pantallas con cuidadísimas proyecciones multimedia, karaokes, luces de colores, chicas retro life y el grupo androide en acción, el cerebro de La casa azul proporcionó un complejo espectáculo totalmente sincronizado, con mucho riesgo y mucha dependencia de la efectividad de la toma eléctrica. Tuvo suerte con los fotones y el concierto fue bailable, bebible y lleno de letras de desamor con pespunte egocéntrico. Genial «No más doxilamina..» y por fetichismo, me quedo con el «Chicle cosmos», que para mí es de fresa ácida y me transporta más allá de Venus.
Es meritorio ser capaz de llevar en solitario el peso de un directo como aquel, que gran responsabilidad, y lograr que el público sea una tableta efervescente que se desborda en serpentinas, globos de colores y desgarro vocal al escuchar » El momento más feliz» o «Como un fan».
Y es que con Guille Milkiway, «Love is in the air», por eso al finalizar, arrinconado por la multitud del fenómeno fan, se dedicó durante horas a fimar, besar y fotografiarse junto a su séquito infinito de admiradores/as, eso sí, cabizbajo, con los ojos negrísimos y sonrisa de tímido humilde con mercadotecnia introspectiva.
Todo un poquito distinto al concierto de Javier Vegas, el jueves pasado, con las Uvas de la Ira, que incorpora una mujer a la batería. Resultó potente, aunque mucho más íntimo, todos sentaditos. Javier fue sincero hasta la gripe, afinando las guitarras en directo, sudando la fiebre, con temas desgarrados y la muerte presente hasta en la cejilla que oprime las cuerdas al final del mastil cambiando el tono de la oración.
Uno es el caso de un hombre que se busca una banda para el directo, otra el caso de un hombre que como un demiurgo moderno crea de la nada un grupo androide para la promoción audiovisual, quizas para poder hablar de sí mismo en tercera persona.
Dos experiencias enriquecedoras de compositores e intérpretes, dos formas de entender la música, una más hacia fuera, la otra más hacia dentro, no diré cual es cual… en cualquier caso saludables, profesionales y dignas de mención.
QUE BIEN, CUANTA ACTIVIDAD!
TREMENTINA LUX
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