El arte, como el rock’n roll, es una actitud.
Mi pregunta es: ¿se esfuma esta actitud con la vida doméstica? ¿Es lícito argumentar que las lavadoras apelmazan las ideas y la intencionalidad se ablanda con el suavizante?
¿Se puede hacer arte en la colada? Hay personas que lo transpiran. Sudan arte. Exhalan arte, hablan y escupen arte, estornudan arte, y así incluso en su almohada, a la mañana se recogen pelos que parecen pinceladas y se tienden los osos húmedos que arroparon su delirio.
Son personas adorables que jamás lavan su ropa. Apestan a verdad, a autenticidad. Son molestas si no se las ama, son marginales si se ríen, se disiente de ellas, buscan la disensión, son la diferencia, están en la periferia, en la vanguardia, en la otredad.
Nadie entendería que tuvieran amig@s. Y parecen tenerlos a millares. Su soledad es un piercing que inaugura tu lengua. Es necesario ese aislamiento. Habitan en la dualidad de ser y desaparecer. También su risa, su manera de jugar. He conocido a varios. Son seres auráticos, a veces ni siquiera lo saben. Crean aún sin intentarlo. Estas su lado y son transparentes, tu hueles a Channel, ellos a árbol perenne. A eternidad.
Morirás y su obra seguirá ahí. Mientras los cuerpos caducan. Al fin tu papel es escribir, escribes sin tregua. Eso te pone ahí, en la tarima de los catorce hombres cuyo grupo orquestas, cada tarde, entrando en sus vidas desocupadas. Hablas de pintura, pintas de memoria, los pones a clonar y a saturar mientras la chamberga se derrama en metros de lona imaginaria, con la huella de los dedos guardando las distancias entre el látex y tu alma… y los osos colgados, sin acritud contra las pinzas esclavas, ese es el verdadero arte de la paciencia. Esperando que el aire les devuelva el tiempo.
TREMENTINA LUX
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