Quién soy y qué hago

Soy TREMENTINA LUX, soy artista plástica, teórica y práctica de la comunicación audiovisual y los estudios de género. Pinto, escribo, leo, locuto, diseño, fotografio, reflexiono y analizo. Todo esto, sobre todo, me hace evolucionar como profesional y como persona, me motiva y me divierte. Creo este contenido para ti, que me lees y para mí, que también me leo. Soy del mundo y vivo en Valencia.

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KEEP CALM

Keep Calm. Amor aéreo.

Antes que nada. Dónde puedes ver y adquirir la obra…
«Keep Calm» es una pieza creada para «Els drets dels xiquets mai una quimera» Tercera exposición y subasta solidaria organizada por Marc Martell y RIBESAN. Estará junto a otras treinta magnificas obras en el Palau de Pineda desde el 22 de diciembre hasta el día de la subasta, 30 de diciembre a las 19:00h. Los fondos recaudados serán destinados íntegros a la asociación Amaltea. Tienes seis días para verla, luego pertenecerá a una colección privada.

AHORA SÍ, EL PROCESO DE TRABAJO…

Keep Calm nace de lo que no nace.
El proceso no es la obra. Esto que te voy a contar no es ni siquiera el proceso. Es la parte del proceso que yo identifico y construyo como historia solo para ti. La obra, eso que te mira y te interpela cara a cara es otra cosa. Y tiene derecho a expresarse por sí misma para ti y a renovar esa expresión cada vez que vuelvas a estar frente a ella. No lo olvides.

El bloqueo de Jules et Jim
La noche del jueves intento ver «Jules et Jim» en DVD. La he sacado en préstamo de la biblioteca de la universidad. Confieso que soy una ignorante y que me perturba descubrir que Jules no es una mujer. Jules et Jim son dos amigos y la mujer que se «entromete» entre ellos no aparece en el título. No es pues relevante. La historia que yo esperaba ver ya no sé que clase de historia puede ser, pero atufa a misoginia. En la escena del gimnasio, a los cinco minutos de empezar, «Jules et Jim» se bloquea y se queda temblando en el televisor. Estoy ahí, en el sofá, esperando eternamente a que la cosa se resuelva. Avanzo y retrocedo. Nada. Tengo que irme a dormir sin practicar la francesidad, sin saber nada de Jules et Jim. Os cuento esto porque creo que Keep Calm ha nacido, en parte, del bloqueo y la insatisfacción de no haber visto «Jules et Jim».

Las mañanas que anteceden al viernes son brumosas y desalentadoras
Las 276 niñas nigerianas secuestradas llevan 252 días secuestradas. Más de 100.000 bebes chinas han sido asesinadas por ser mujeres. Ahora los chinos trafican con las niñas en Corea y Vietnam porque no tienen esclavas sexuales. El martes 132 niñ@s fueron asesinados en una escuela de Pakistan. Mi vecino despierta a sus hijos diciéndoles lo inútiles que son hasta siete veces antes de que se levanten de la cama. Es viernes, me levanto decidida a continuar la hipocresía. Aún no sé que medirá 24×30 cm y que se titulará Keep Calm.

El alambre de PJ Harvey
Keep Calm nace antes de salir de la cama. En la cama caliente. En la cama caliente bajo el plumón la he construido una y mil veces, con todas las variables posibles, ninguna parecida a la que saldrá finalmente. Me levanto y busco un alambre. Es un alambre negro que utilicé para hacer un collar con un retrato de PJ Jarvey. Busco las alicates de puntas redondas. Encuentro otras, esas no. Las que encuentro son redondas por un lado y angulosas por otro. Modelo el alambre escribiendo con letra caligráfica enlazada «Els drets de les xiquetes mai una quimera». Es difícil escribir así, especialmente la x. Hago primero un borrador. La decisió de canviar en el lema «xiquets» per «xiquetes» es meua.

De su vagina a mi boca
Sigo por otra parte de la pieza. Sigo por el huevo. Tengo la pulsión irresistible de pintar sobre un huevo. Si quieres referencias de huevos te pongo el de María Magdalena, que se dice que guardaba el corazón de Cristo en un huevo, por ejemplo. El huevo que cojo de la nevera es de gallina ecológica. Es un huevo de oro. Conozco al dueño de las gallinas, que es como conocer a la propia gallina. Elijo el más grande y de color más intenso. Lo lavo bajo el agua fría de diciembre. Cuando lo lavo aún lleva restos de tierra y plumas, de ella, de la gallina.

Hago dos orificios, como mi madre me enseñó. Me cuesta encontrar el objeto punzante apropiado para perforar el huevo. No sirve una aguja, ni un tenedor, ni un destornillador. Pruebo con todo, temerosa del daño, la idea del daño está ahí. Al final perforo con un enorme imperdible. Mi madre en época de postguerra robaba huevos de la despensa. Los perforaba, se los bebía, los rellenaba con agua, tapaba los agujeros con pasta de dientes y los devolvía a su sitio. A mi abuela le aterraba encontrarse huevos sin yema. Cocinó en su vida varias tortillas de agua. Me pregunto si alguna vez mi madre le contó su secreto. Cuando hoy perforo el huevo mi madre y mi abuela me guían.

Yo no succiono. Yo soplo por un extremo para que la yema, la clara y las chalazas salgan por el otro. Hago lo contrario que mi madre. No me nutro, no me sacio, desperdicio la esencia, utilizo la cascara, esto en época de postguerra sería una actitud criminal. He puesto un vaso debajo. Salen con mucha dificultad, el agujero es muy pequeño, salen rompiéndose y arrastrándose. Tengo que hacer fuerza. Pongo el huevo en mi boca y soplo y siento con cierto asco que el huevo ha ido de la vagina de la gallina a mi boca. La chalaza y la yema y la clara caen al fin arrastradas al vaso y me siento entonces íntimamente unida a la gallina en la pérdida. El huevo se vacía para ser pintado. El asesinato del los posibles está en la base de la creación. Cae dorado y lento, a borbotones. Dejo el sol en la nevera.

Yo fui una vez ayudante de ortodoncista y tenía gran destreza haciendo muelles
De esto me acuerdo cuando tejo las letras hasta construir la frase entera. A punto está de partirse el alambre dócil en el giro de una q. Y si se partiera, debería retomar toda la frase de nuevo, porque no concibo que no sea todo una misma hilada. El huevo se ha secado por dentro y por fuera mientras escribo. Ahora ya puedo pintarlo.

La Secuencia del Amor Universal número 33
No encuentro motivo mejor que este para retratar. Me había dicho que lo dejaba ya. -Una niña más, me digo de vez en cuando. Así que me elige y se viene conmigo a la mesa de dibujo, desde donde se ven las copas de los árboles recién amanecidas. El huevo es un soporte delicado y absorbente, atrapa el color con dulzura y se mezcla con él. Siento esto al pasar el pincel, la gratitud, la convivencia. La enorme capacidad de integración del huevo. A medida que avanzo me doy cuenta sin embargo de que es tanta su sed que me obliga a saturar el color, porque el color desaparece, tragado, como con ansia de rellenarse. De tomar de mí lo que yo robé de él. Su contenido. El huevo está vivo. Es un ser orgánico. Y no se contenta con que la acuarela esté fuera. Con la apariencia de vida. Ella no tiene nombre.

El momento de ensartar la pieza.
He desayunado mientras el huevo se secaba. Después he traspasado el huevo con el alambre escrito. Y entonces, el alambre, que no aguantaba el peso, se ha doblado. Y se ha doblado instintivamente formando un corazón. Esta postura copulatoria de los materiales dialogando entre sí, me ha dejado estupefacta. Y he decidido respetarla y aplaudirla. No he vuelto a tocar la curva espontánea de la fusión.

El marco. Lo que nos queda por resolver
Cojo la pieza a medio montar, la meto en una caja de zapatos con papel de seda. La llevo cuidadosamente por toda la ciudad hasta el taller de enmarcación de P. Cuando P. me ve entrar por la puerta con la ofrenda en la mano me dice: «no te puedo ayudar». Entiendo que esta vez la resolución del marco es cosa mía. No puedo acudir a terceros. Busco un marco caja con profundidad suficiente para no estrellar el huevo contra el cristal al cerrarlo, con altura suficiente para colgar el alambre y que todo quede suspendido en el aire, el amor y el huevo. Porque lo imagino así, realizable y aéreo.

La primera caja
La primera caja que compro es de pino. Agujereo la tapa para que respire. Pego la caja por las bisagras. Todo queda un poco raro y un poco embutido. Al día siguiente compro otro marco en unos grandes almacenes de la decoración. Tampoco sirve. Nada tiene la profundidad suficiente para albergar el huevo con seguridad. Ningún marco encontrado protege la pieza. La fragilidad de la pieza está condicionando todo el resultado. Me hago consciente de esto. El Marco, con mayúsculas, lo tengo que crear. Es sábado. El lunes montamos.

Domingo de gloria y resurrección
El huevo sigue dos días después en un vaso en la nevera. Nadie se ha hecho una tortilla con él, ni mi abuela, ni mi madre. Es un huevo precioso y muerto a todas luces. Me levanto de la cama el domingo, juro que me mueve la determinación y que no tengo ni idea de lo que pretendo hacer antes de hacerlo. Busco un botellín pequeño. Encuentro dos opciones, uno de crema y otro de absenta. Ninguno tiene el tamaño apropiado. Busco en otro cajón. Encuentro un botellín nuevo de jabón de hotel con el tapón dorado. Es perfecto. Lo vacío y despego la etiqueta con alcohol. Cuando he quitado la primera de las etiquetas advierto el nombre del hotel: WellBorn. Y la segunda etiqueta no la quito. De nuevo el material encontrado se encuentra, copula, engrandece y amplifica misteriosamente el significado del arte, y tal vez incluso, de la vida. Es la etiqueta oculta.

Cojo el huevo de la nevera y con una cucharilla lo vierto poco a poco. Esto me hace feliz. Intervenir para que estén juntos. Sanar la deuda. Relleno el botellín y lo precinto. La yema y la clara crean formas sinuosas y lábiles de un naranja delirante, agradecido. Estarán juntos, me digo. Huevo y cáscara, perversamente separados y sin embargo, inseparables. Los designios de la voluntad divina me permiten incorporar la fuerza solar.

Lunes de resolución
La tienda de maderas junto a las torres late en mi cabeza desde el viernes. Pero la procastiné. Me acerco el lunes, elijo una tabla, le pido que me la corte a medida del cristal que tengo, 24×30. Me hace un inglete para meter el cristal. Será una vitrina estanca. Una urna. – ¿La quieres de roble? me dice. -¿Es preciso? Le contesto. -Has elegido roble, y señala la tabla que llevo en mis manos. -Qué buen gusto tengo, replico. Si mi cuerpo ha elegido roble, de entre miles de retales, yendo directa como fui al botellín WellBorn, es preciso. Me digo. La elección me ha elegido.

Fragilidad e interdependencia
Me llevo las piezas al estudio. La trasera es de pino. Las voy montando. He añadido cartón pluma blanco para el fondo. Corto y pego torpemente, anclo las tachuelas al techo para colgar el corazón que ensarta el huevo. El corazón de alambre se anuda dentro del huevo, en secreto. Se cierra sobre sí mismo, retorcido. Esto obligó a hacer el agujero de la base más grande, lo precinté con papel y cola después, lo pinté fingiendo que ningún agujero había nunca sucedido. Que todo es continuo.

La fragilidad del huevo y el alambre condicionan toda mi forma de trabajar. Me encuentro trabajando con cristal y roble. Si dejo el roble sobre el huevo lo rompo, si martilleo las tachuelas con el cristal lo rompo, si cojo bruscamente el alambre deformo els drets de les xiquetes… Aggggg !yo soy de gesto grande!!! La fragilidad es sistémica y estructural. Estamos a lunes, inauguramos a las siete. Experimento un temblor moderado, el mejor aliado de la libertad.

El último desafío
El último desafío es pegar la botellita de plástico a la base. En el estudio encuentro cinta a doble cara, no es mía. La utilizo después de darle muchas vueltas a como fijar el huevo ahí, para que una vez precintado no despegue y se convierta en un peligro para el retrato. La amenaza está ahí. Se queda dentro. El huevo mira por un momento a la botella. Me recuerda a la luna mirando al sol que nace. Cuando cierro la caja, con todo lo que cerrar la caja significa, el huevo me mira a mí. El diálogo de la pieza varía sustancialmente dependiendo de su mirada. Como se mueve, cada vez mira donde le viene en gana. El contenido de la botella también evolucionará. Dentro de un tiempo cambiará de color, de textura y de forma, incluso puede que huela. Esto, que esté viva y sea peligrosa, porque evoluciona, me parece fascinante.

Concluyendo. La escisión, la apariencia, la hipocresía y el amor aéreo
Formalmente La pieza es bella y delicada. Conceptualmente la siento brutal y desmedida. Un equilibrio misterioso, inverosímil y perfecto, debido en gran parte a decisiones estrictamente corporales. Pero el proceso no es la obra. Es el conjunto de historias que te cuento sobre como llegué a crearla. Cuando estés frente a ella, recuerda que nadie tiene derecho a interferir en lo que significa para ti y tú para ella. Así que integra y olvida todas y cada una de estas palabras. Ven a verla.

«Keep Calm» nace ahora solo para ti.

Gracias.
TREMENTINA LUX © 2014

La foto es de Gabriel Rodriguez. Gracias.

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