Hoy voy a hablar de cómo ha nacido en nuestra Tribusfera Campbell Law.
Cuando digo que «Un lloc en la Tribusfera» es una falla procesual me refiero a esto. A romper el tabú del proceso artístico de la falla como alto secreto que se desvela como sorpresa justo antes de los premios, pues yo voy a ser un poco como «La noche justo antes de los bosques» en plan Koltès.
Partimos de tres premisas
Una: siguiendo la tradición a la falla se lleva a quemar lo que no mola de la sociedad con crítica constructiva, ironía y nostalgia inquisitiva. Dos: el proceso de alumbramiento creativo nos habla de la pieza misma, es la pieza misma en su integridad. Tres: pese a que es una falla infantil no esperéis que el proceso de su creación lo sea, aquí yo cumplo los cincuenta en nada y cuento no solo con la experiencia de la edad, sino con el privilegio epistémico eco-feminista-migrante. Ahí queda eso… 😉
Bien. Dicho esto aviso de que voy a ejercer de little #taboobreaker que para eso las personas se paran a mirar a través de la cristalera de mi estudio, con ilusión navideña en busca de su personaje perdido en tiempos de crisis climática, capitalismo sangriento y re-evolución. Ayer una chica casi se estampa contra la puerta de madera, en fin, orgullosa de trabajar de outsider.
Empiezo. De cómo salió Campbell, al que apellidaré de momento Law
Anoche descubrí el teaser de «Young Pope» Qué quereis que os diga. Jude Law en la playa, con el slip sobre-iluminado y dirigido por Sorrentino… He activado la suscripción gratuita durante un año a HBO. ¿Se puede ser feminista y realizar una compra por impulso del cuerpo masculino? ¿Es esto aceptable? ¿No es acaso esa cosificación de nuestros cuerpos y su accesibilidad mediante pago la que denunciamos? ¿Qué sucede entonces?
Mi estudio de pintura está debajo de la casa donde vivía el mecánico que reparaba el coche de mi padre en los años 70-90. Yo esto no lo sabía, pero lo saco a colación porque me he acordado precisamente hoy de los calendarios del Inteviu que este chico tenía cada año puestos en la pared con chinchetas y cuya visión a mí, siendo niña, me amedrentaba un poco. Porque sin ser el mecánico un exponente de masculinidad bruxística, sino más bien de masculinidad dulce y desmañada, las tetas de estas chicas, tan luminosas en un entorno de grasa, mono de trabajo y mugre indicaban que entrabas en un territorio en el que la forma de percibir a las mujeres no era la que tu conocías, que el calendario que exhibían como bandera pirata auspiciaba una especie de sociedad masculina secreta, la comprensión de cuyos misterios, sí o sí te estaba vetada. Era la vigilante, vigilada. Un día al darse cuenta de que mi padre y mi madre me educaban como a una persona completa y no como a una niña incompleta (a la teoría de la envidia del pene me remito) el mecánico le dijo incómodo: «-Sí tengo que quitarlo, a mi tampoco me gusta tenerlo ahí, es el aprendiz el que lo ha puesto». Lo cierto es que aunque por un momento vio sus calendarios con mis ojos de niña yo me acostumbré a saludarlas y antes cerraron el taller que bajaron a Pamela, la última musa playera, de su altar mecánico.

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Hoy he estado tentada de imprimir la imagen fija de Jude Law casi desnudo en la playa y ponerla con chinchetas en la pared de mi estudio. No lo he hecho porque tengo una memoria visual prodigiosa y voy servida de imaginación. Ví los dos primeros capítulos de la serie anoche, antes de modelar en barro a Campbell esta mañana. ¿De qué nos hemos olvidado? Pregunta el Papa Law en su primer speech…
¿De qué nos hemos olvidado? Quiero preguntaros yo
Freud decía que cuando creamos arte sublimamos nuestra pulsión sexual transformando lo chungo inaceptable en lo bello aceptable. Puede que no le faltara razón. Aunque han pasado un par de siglos y el sexo no sea una carencia en la vida de quien pinta, esculpe, escribe o compone, el estímulo lascivo hiperbólico, en este caso la belleza imposible de Law, Venecia y la Pietà de Miguel Angel, todo mezclado e iluminado gracias al ojo diestro de Sorrentino sí que alienta en mi una especie de motor irrefrenable que incita a la creación y la concreta en obra parida. Sí, me pone la belleza, soy una esteta, lo confieso, ya hablé de ello en «El muso, la musa y los postres de chocolate«.
Campbell Remess, la persona que nos ha servido de inspiración para modelar el barro original, es un niño australiano que ejerce, sin pretenderlo, un nuevo modelo de masculinidad. Es una persona que cose peluches para cuidar a quien más lo necesita a través de la energía bonita que deposita en sus piezas cuando las confecciona y las entrega en los hospitales. Campbell cose, teje y diseña motivado por el bien común. Por eso hemos elegido a Campbell para formar parte de nuestro proyecto de falla infantil. Porque nos interesa este modelo de actitud (hacemos stop en este fotograma de su vida) como un ejemplo asombroso y fiero de masculinidad sabia en tiempos de desastre. Un chico que cose peluches para sanar personas.
Barro somos y en cartón piedra nos convertiremos
El rostro modelado en barro de nuestro particular Campbell ha surgido de forma juguetona, de un diálogo con el niño interior en el proceso de amasado de sus labios su nariz y sus ojos, y de un diálogo visual interior con la inescrutable belleza de Jude Law en calzoncillos papales. Es curioso que haya surgido de un misterio desvelado mediante la aparente contradicción, de una verdad que se aparece y que oscila como los cuerpos desmedidos de John Travolta y Jamie Lee Curtis en «Perfect» probablemente una de las peores películas de la historia de la humanidad, según dicen. Si no os acordáis pinchad el link y en un segundo sabréis qué estamos haciendo mal, tendréis respuesta para la pregunta clave: ¿De qué nos hemos olvidado?

PERFECT TRAVOLTA CURTIS
Nos hemos olvidado del placer de la complementariedad queridos y queridas, de la complicidad, ¡de la alegría de vivir!
¿Cuántas personas caminan enfadadas por la calle? El otro día un hombre me pisó y me echó la culpa insultándome rápidamente mientras yo no tuve tiempo ni de quejarme del pisotón. ¿Por qué tantas personas reaccionan, reaccionamos así?
Nos hemos olvidado del cariño hacia lo que nos rodea, de la gratitud, del placer visual, de que nos gusta vernos y tocarnos y sentirnos inspiradas por la calma, el respeto y el descubrimiento de cada bendita diferencia. El sexo, el amor, la diferencia de género, la heterosexualidad, la homosexualidad, la intersexualidad, los encuentros fortuitos y excitantes, todo ha sido tomado por el capitalismo para entregarnos al miedo, al forcejeo y a la lucha. La instrumentalización de lo más bello y misterioso, de lo más ancestral y placentero (y me refiero a hundir las manos en el barro para transformar y transformarnos) nos resulta lejano y cuestionable, lo que nos gusta y nos deleita acaba pervertido, embrutecido o enquistado como tabú socialmente inaceptable y por tanto secretamente excitante. Por eso las personas se arrean contra el cristal cuando pasan por mi estudio de pintura: porque la plástica, la música, el baile, el deporte, la filosofía, han desaparecido de la educación reglada y con ellas el placer por pensar y aprender.
Y ahora vamos con lo que queremos quemar en nuestra Falla Infantil titulada «Un lloc en la Tribusfera»
Vamos a un restaurante y allí están en la mesa de enfrente, en todas las mesas de enfrente, los adultos comiendo, los niños alienados jugando al Fortnite y las niñas buscando un lugar donde poder hablar con intimidad. Cargamos las tintas en el terror y la violencia, educamos a los niños en la fuerza y a las niñas en la autodefensa para hacer frente al modelo previo de princesas indefensas. ¿Nos damos cuenta?
«No pasa nada porque juegue al Fortnite…» No pasa nada, no. Sí que pasa. Pasa que en el Fortnite la muerte no se ve. Pasa que matas y no asumes las consecuencias de tus actos porque los muertos desaparecen con lucecitas y tu te marcas un bailecito que es el trasunto de follar en un burdel o violar a las paisanas. Pasa que cuando ya has matado mucho subes de nivel al Call of Duty porque ya te importa una mierda que el cadáver ensangrentado se quede tendido en el suelo y hasta te gusta verlo y presumir con tu manada online. Y sí, sí que afecta, puedes léerlo aquí.
Esta pregunta la voy a destacar: ¿Cuántos niños varones de hoy en día estarían encantados de que a los 18 les pusieran un fusil en las manos para irse de maniobras un año con sus amigos de Call of Duty en versión off-line? ¿Cuántos hombres de los que me leéis abominasteis del servicio militar obligatorio y os pareció una bendita idea poder hacer trabajo social gracias a la objeción de conciencia en España? ¿Cuántas personas aplaudimos en su día que nuestros hermanos, parejas o hijos no fueran adiestrados a la fuerza para matar y que por fin el ejercito se profesionalizara? Hablamos apenas de una generación de diferencia, ojo al dato, una solo.
Mira, mientras Campbell Remess está cosiendo osos de peluche para personas enfermas en hospitales, lleva miles hechos a mano, repito miles, tu hijo está matando osos de peluche poseídos (hay que ser perverso guionizando). ¿Te parece una estupidez? La cuestión es: ¿a qué juega tu hijo, a crear o a destruirlo todo, incluso peluches inofensivos porque alguien le ha inoculado que son el enemigo? Mira el video.
No pasa nada… NO, sÍ que pasa. Los osos de verdad están en extinción porque los matamos, los osos de peluche son objetos lúdico-terapéuticos que contribuyen a forjar el vínculo de apego emocional en los seres humanos y coser produce oxitocina mientras que matar produce adrenalina. Puedes seguir justificando la inacción, o el entorno, o que no sea menos que los demás, pero la cuestión es que no pasa nada no, sí que pasa. Como dice Nuria Varela, «Ningún niño nace violador, si viola a los 15 años es que algo hacemos mal».
«Si de mayor trabajas en aquello en lo que te gustaba jugar de pequeña, serás feliz. Ese es el secreto». (Frase de mi padre)
«No pasa nada porque le compre un Transformer» «El niño no ve porno en el móvil, no mi hijo no» «Es normal que no se quiera vestir de rosa». No, no pasa nada no, sí que pasa. Pasa que el Transformer mata, como decía el protagonista del «El televisor» de Chicho Ibáñez Serrador reflexionando sobre los graciosos «Tom y Jerry». Pasa que El Transformer no nace para cuidar sino para matar y destruir, pasa que no hay bicho lúdico más alejado de la naturaleza a la que pertenecemos que el Transformer porque es el hijo bastardo de la tecnología, el sueño delirante de todo taller mecánico. ¿Puede asumir un Transformer un rol no violento en el juego de tus hijos? Espero que sí, espero que me escribas diciéndome que sí.
Respecto al visionado de porno en dispositivos móviles a partir de los ocho años de edad cuyo principal argumento son las violaciones grupales violentas y cuyo principal público son chicos varones te dejo enlace aquí. Si a mi de pequeña, me incomodaba ver a Pamela la guapa en el taller mecánico, ¿puedes imaginar que alcance puede tener para una niña de 8-10 años ver porno cruel en un móvil porque un amigo de 12 años presume de ser un experto en esta mierda? Está pasando y sí, tu hijo también ve porno y se lo enseña a los demás, o viceversa.
¿Y qué pasa con el rosa? Pues el rosa es un color como otro cualquiera, lo que tu hijo no quiere es que piensen que tiene atributos de chica. Lo que tu hijo detesta ya, es a las chicas. Aunque pienses lo contrario porque duele aceptar que todo hijo co-educado por este salvaje sistema de violencia puede convertirse en un maltratador en potencia. O en un soldado boliviano al que su madre le pregunta en Quechua, ¿para esto te he parido? Lo sentimos, estamos aceptando al Transformer como animal de compañía. Estamos aceptando adultos a los que de niños les encantaba jugar a dañar, destruir y matar sin asumir las consecuencias, tal cual. Estamos aceptando que los niños se vanaglorien de este modelo de sexualidad destructiva dibujando penes todopoderosos en las paredes y los pupitres mientras las niñas siguen escondiendo por ejemplo, su menstruación. Aquí Barbi lo explica bastante bien. En el 2011 subí un post con unas «Ideas preventivas contra los feminicidios«, que siguiendo a Silvia Federici en «Calibán y la bruja», ya se veían venir en aumento, te dejo el enlace, para no extenderme.
I… Què fem? ¿Y qué hacemos?
La sociedad en que vivimos nos muestra la peor cara de cada concepto maravilloso del que podríamos disfrutar, ¿te has parado a pensarlo? ¡Es terrible! El sexo, el juego, la creación artística, el amor, la naturaleza, la maternidad, los frutos de la tierra, la actividad que escogemos para vivir, los animales, los papeles que nos hacen aptos para vivir en sociedad o no, la educación liberadora, las tecnologías sabias, las líneas imaginarias en un plano imaginario en este bendito Planeta Tierra que nos convierten en migrantes imaginarios por dar un paso… Todo se nos vende, mercantilizado y empobrecido en un macabro Black Friday sin final en el que caemos sin que podamos auspiciar un final feliz.
Transformar y transformarnos, amarnos en la creatividad
Ayer entendí que la energía de taller ennoblece (las piernas salpicadas de escayola, las manos rotas del agua fría, el barro en la cara, la cola de carpintero como segunda piel, el pelo de serrín y los ojos entintados) tanto como requiere de belleza fácil alrededor. Que Pamela como Jude, cumplen la función de un Fantin Latour original, que si un Transformer utiliza toda su potencia para crear un mundo mejor, sanar y cuidar a los demás, puede ser espectacular. De eso creo, hablaba el «Frankenstein» de Mary Shelley.
Somos nosotras y nosotros quienes decidimos si queremos crecer compartiendo o menguar poseyendo, si aceptamos nuestras contradicciones o generamos tabúes que nos imposibilitan saber quienes somos realmente. Somos nosotras y nosotros quienes decidimos cómo cuidar de esta Tribusfera tan poblada, quienes tenemos la responsabilidad de aprender a manejar conscientemente los maravillosos dones qué nos hacen libres, la creación artística, la sensibilidad, la empatía, el sexo, la belleza, la generosidad, la admiración, el amor, la curiosidad y la gratitud universal con el objetivo de convertirnos en mejores seres humanos. Somos nosotros y nosotras las que tenemos la responsabilidad de aceptar al monstruo y transformarlo en voluntad de amor. Libres y sin miedo, siempre.
De esto y mucho más nos habla nuestro Campbell Law.
Bienvenido al mundo, amor.
Trementina Lux
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