Hoy voy a hablar de cómo ha nacido en nuestra Tribusfera el Héroe del Coltán.
El héroe del Coltan es un chico que tiene nombre, pero nunca sabremos ni pronunciarlo. Es un chico que trabaja en las minas del Congo para que puedas leer esto, para que yo pueda escribirlo, para que podamos twitearlo y sharearlo a placer. También muere allí, no quiero olvidar decirlo.
El Héroe del Coltán es pequeño y tiene una enorme dignidad. Una dignidad descomunal. Un día, un fotógrafo fue a su tierra a hacerle fotos y desde entonces ilustra todos los reportajes sobre la minería del Coltán con una enorme presencia, con un cuerpo desafiante, con una mirada pletórica de anonimato y sabiduría. Al Héroe del Coltán los derechos de imagen de los menores tampoco le protegen.
Ahora que sus familias han llevado a juicio a Apple, Google, Microsoft y Tesla por la muerte o el enterramiento en vida de varios niños mineros, el Héroe del Coltan (o su primo) siguen en portada sin merecer un nombre en prensa, John Doe lo llaman, Jane Doe a su madre.
El Héroe del Coltán trabaja para que los niños y las niñas de un planeta en emergencia climática puedan jugar a la Play en el sofá de su casa. Esclavos a ambos lados, metidos en las cavernas, unas cavernas más mortales que otras, de ahí que en nuestra Tribusfera al chico sin nombre le demos voz y lo bauticemos como el Héroe del Coltán.
Vamos con el día en que nace
El Héroe del Coltán nace del barro una mañana en que todas las contraseñas fallan, en la que hay que renovar el pago de los servidores, es una mañana blindada en la que se manifiesta que el tercer entorno deja de ser real si no sufragas los gastos del amo tecnológico. Es también una mañana de poner sobre la mesa viejos expedientes, esa mañana, la de conocer la verdad. Una mañana renovadora un tanto heróica.
La tarde en que modelo en barro al Héroe del Coltán los labios de Sophie se transmutan en un mapa africano tornado corazón. Es la tarde en la que se debate sobre la profesión del Artista Fallero en el templo del saber. Asisto en calidad de Artista, de Fallera y de Artista Fallera, esta pluralidad de yoes amalgamados y las uñas coloreadas por el barro me hacen poner el foco en la divergencia.
La minería del Cartón
Yo llevo haciendo cartón artesanal desde este verano. Desde que supe que la única fábrica de cartón fallero que existía en este planeta cerró por falta de rentabilidad. El corcho blanco mató al cartón como el Video killed the radio star… y claro We can’t rewind we’ve gone too far.
Cuando digo haciendo cartón, digo haciendo cartón. Ahora que voy rápida he conseguido sacar 6 hojas tamaño A4 en unas seis horas. Remojo las cajas de la mudanza de India, separo los cartones, los selecciono, los trituro, los mezclo con colas y otros materiales los tamizo, los escurro, los filtro, los tiendo, los seco y ya está. Trabajo en la mina de Cartón.
¿Por qué hago cartón?
El cartón fallero tenía una textura algodonosa capaz de recoger convexidades y concavidades con un amor a la forma sobrenatural, sin quebrarse ni generar tensiones. Era denso, flexible, carismático, dulce al tacto, matérico, resistente y sutil como el abrazo de un árbol. El cartón fallero se servía en tres grosores y tres colores, dos grises y un rosa, para hacer visible la superposición de las tres capas en el proceso de «tirar cartón» en el molde de escayola.
Ya no existe.
Y el poco que existe en algún taller no vale la pena quemarlo en marzo porque es patrimonio extinto de la humanidad. Yo tengo tres muestras enmarcadas que me regalaron en el Taller de Ventura Hosta en Navata los maravillosos hacedores de Caps Grossos Neus y David.
Qué cara e inaccesible es la sostenibilidad
El caso, el cartón que ahora se vende en la cooperativa no es cartón fallero, aunque se puede llenar un molde con él, claro. Es un cartón tenso, industrial, que intenta con buena fe dar respuesta a una demanda pequeña de talleres en busca de procesos que antes sucedían de forma natural y que con la desaparición de herramientas, conocimiento y materia prima se han convertido en lujo. Hablamos de sostenibilidad.
Nuestro lovely, blessed and orange cartón
La materia prima que utilizo para hacer nuestro cartón artesanal proviene de India y está hecho a mano. Son las cajas que durante más de un año han contenido enseres de mi vida. Han viajado en barco y dormido en húmedos trasteros cerrados bajo llave. Se llenaron y se vaciaron, se plegaron y se precintaron al mismo tiempo que se construía mi yo migrante.
Mi hija y mi prima me han acompañado en este proceso de encontrar mi papel en Valencia. Con las manos húmedas, en invierno y en verano. Y ahora ya tenemos hecho el suficiente para tirar de cartón nuestras seis figuras Tribusféricas. No hemos conseguido que dos piezas se comporten igual, está vivo, es sumamente orgánico y sus fibras tienen una testaruda e imperfecta personalidad. Es fascinante.
Sobre la profesión y el oficio
Alguien dijo en las jornadas que si caías en un buen taller acabarías haciendo fallas con prestigio, como si fueras «hijo de» (digo hijo con «o»). Yo debí de caer en talleres de otro tipo porque pinté fallas algún tiempo y antes me cansé que me emancipé.
Recuerdo que J. y yo pusimos un cartel: «Pintamos como los ángeles». Me llamaron solo a mí y me pusieron a prueba pintando una falla infantil entera durante un día. Al acabar me dijeron que adelante. Yo les pregunté si mi amigo podía venir y me dijeron que no, que era solo para fallas infantiles y que buscaban sensibilidad femenina. Les dije que J. era gay y que yo era más de brocha gorda que de pincel fino y entonces les pareció fantástico que fuéramos los dos. Ambos acabamos pintando de todo, en todas partes, tratados siempre de forma maravillosa.
Nos pagaban poco. Nos pagaban por pieza. El primer día gané una miseria. Así aprendí a pintar más rápido y a ganar lo suficiente como para irme a Pirineos en tienda de campaña. El pintor viejo nos enseñaba técnicas de policromía de talla religiosa barroca y así pasamos algunos febreros felices que quedaron intactos en mi memoria, como gota de trementina nunca diluida en el océano.
¿Está el oficio de Artista Fallero/a en extinción?
Ahora se ha creado un grado superior para salvar el oficio pero l@s profesionales que lo imparten no tienen el título y tal y como está el sistema de acreditaciones en la enseñanza reglada esto es problemático. Se ha creado para mantener vivo el oficio, pero quienes lo estudian saben que también se necesita aprender trabajando al tajo en un taller. Es todo una paradoja porque puede que, aunque sea de buena fe, el grado (o el negocio moderno de la educación) acabe matando una profesión que tiene mucho de renacentista, de inapresable, de innombrable.
Alguien dejó caer la opinión de que las comisiones falleras explotan a los artistas y que se sienten cómodas en esta posición quasi esclavista. Pero lo cierto es que son asociaciones culturales sin ánimo de lucro y esto implica subsistir a base de cuotas altruistas y tener una ganancias anuales igual a cero. Minería de la cuota, cuento de la lechera y castillo de naipes para el oficio en cuestión.
Tal vez una gestión responsable del turismo pueda interpelar a los agentes que ahora explotan la fiesta sin contribuir a su desarrollo para que asuman una parte de responsabilidad en su financiación en lugar de parasitarla como sucede ahora. Dos ejemplos, aquí y aquí.
Y ¿qué cosas suceden mientras nace el Héroe del Coltán?
Pues que son días de lluvia intensa y que las plantas de mi jardín balconífero recogen gemas de preciada agua en sus hojas. Esta sinergia es. Que el Héroe nace siendo hijo de las niñas Nigerianas a las que pinté y en dos horas ve la luz un niño marcado por la geometría de la madera, herramientas que modelan una carne conocida, turgente, serena, vibrante llena de autenticidad.
Yo no sé si en primaria o infantil hay en el Congo un grado superior para profesionalizar la Minería del Coltán, porque estaría bien dignificar la profesión de nuestro Héroe, ¿que os parece?
Abrazo.
Benvingut a casa estimat Héroe del Coltán!
TREMENTINA LUX
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