Cuando el gato no tiene nada que cazar, se muerde el rabo. Por eso los pintores y las pintoras se pintan tantos autorretratos. Siempre he pensado que pintar vestida como Sofonisba Anguisola tenía que ser un latazo. Estaba equivocada.
Tras la Gala de los Goya decidí darme mi propia entrega de premios. Vestirme para la ocasión y pintar sobre un tafetán el asunto en cuestión, es decir, el rabo de la pintora vestido de seda. Esta experiencia, dejar el mono obrero a un lado y vestirme de fiesta para pintar y mancharme a placer mientras escucho tules y sedas al caminar, me ha permitido explorar nuevas ideas.
De la Gala de los Goya de este año ya lo dije todo hace tres, AQUI. Tan solo denunciar contundentemente varios delitos de apología de la violencia de género, amparados en la plácida invisibilidad de la violencia simbólica, como por ejemplo el momento en que el director de fotografía recogió el premio y el locutor espetó tan fresco: «El director le dijo a fulanito que «Canibal» era sobre todo una historia de amor, por eso renunció a los códigos fotográficos del género de terror», o el sketch de la misma bazofia audiovisual. ¿Historia de amor? Gafas violeta, por favor… Pero eso es otra historia, la de la responsabilidad social del fabricante de imágenes. Para más información sobre el panorama audiovisual español que no veréis en la pantomima de los Goya, podéis hacer click en-CIMA AQUI.
En fin a lo que íbamos, los vestidos de fiesta diseñados para mujeres tienen la potestad de regular la carne y regentar el cuerpo, sobreestimulando los puntos álgidos de lo que socialmente se considera femenino para el mirar tocinero, a saber: la cintura, las tetas y las caderas. De modo que no es solo que para el otro, el que mira, la cadera, las tetas y la cintura, y no precisamente por este orden, queden visualmente subrayados, sino que para una misma, las tetas, la cintura y la cadera aparecen internamente, se sienten, como dijera la Marquesa de Merteuil; los corsés y los vestidos de fiesta aprietan la carne como hiciera el abrazo de un amante posesivo.
En el estudio hace una temperatura agradable, pero no veraniega. Por eso me he puesto debajo del vestido dos suéteres de cuello alto, unos vaqueros y unas botas de montaña con calcetines térmicos. El otro día le dije a un hombre que me ama, os juro que me ama: -Hazme promo del blog porque hay una tía que se propuso hace un año enseñar las tetas dos veces al día y va la primera… -Qué fuerte, dijo él. -Sí dije, yo, -Porque ella es lo suficientemente lista como para conseguir demostrar que sois unos auténticos gilipollas, ¿te imaginas que un tío enseñara… -Su rabo, dijo él, -Dos veces al día durante un año? Continué, -¿Cuántas mujeres le votarían? -Tías, ninguna, dijo él, pero tíos un montón, seguro. -Tienes razón, asentí, pues eso. ¿Sabéis lo que hizo? Le dijo a sus colegas que tengo un blog y que hay una tía que enseña las peras dos veces al día. La buscaron, la votaron y me han recomendado que las enseñe también si quiero conseguir algo…
Así que esto es lo que he hecho, me he vestido para asistir a mi propia fiesta y darme el premio de la cintura, de las botas de montaña, del amor a mi misma y a la mancha que todo lo dignifica. Me he dado la Gala Goyesca de la pintura, convertida en maja y en hacedora, algo que recomiendo vivamente para que las noticias y las galas ajenas dejen de rellenar de absurdo cinismo vuestra personal agenda. Y ya llegará el verano y haré nudismo y nomadismo como aquel año, en Portugal.
TREMENTINA LUX
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