Brindo por mi abuelo. Por mi otro abuelo. Por mis abuelas, mis bisabuelas, mis tíos y tías difuntos. Los que nos anteceden y nos preceden, los tristes y los vivaces, los que resolvieron y los que siguen intentándolo. Brindo por los que están en nosotros mismos, en el aquí encarnado, saludándonos y colmándonos de dicha y desazón. Si alguna vez pedimos otra oportunidad y se nos concedió puede que la estemos cagando. ¿Lo sientes? Yo no sé lo que es. Yo no entiendo de almas, ni de psicogenealogía. Ni de karma, ni de nada. Solo siento y presiento la energía. Y sí, podemos llamarla: AMOR.
Hoy agradezco a mi saga la herencia y los dones, lo transmitido y lo secreto, las deudas y el perdón, la gratitud de agradecer. El cuerpo donde todos somos uno en el tablero imaginario de la vida. Y sí, podemos llamar a esa partida: AHORA O NUNCA.
Hoy brindo por la existencia de ese Nirvana en el que todos somos playa, desnuda y marejada, como tribu de arena y sal, intempestiva y brava. Y por el amor profundo del oleaje, enternecido por las idas y venidas que lamen y embisten, que quedan y se derraman repetidas, en recuerdos porvenir. Y sí, podemos llamar a ese Nirvana: HACER.
TREMENTINA LUX.
(Imagen: Naturaleza viva tomada hoy. Autorretrato y cartas de mi bisabuelo a mi bisabuela escritas a plumilla hace dos siglos, cuando estaban enamorados, con manzanitas caídas en mi balcón, del árbol del vecino, ayer mismo.)
El mejor homenaje es reconocer lo que de ellos llevamos en nosotros. Me alegras el día Tremen! I love u!